Creó un chat artificial que le permite hablar con su novia fallecida

Joshua Barbeau creó un chatbot que simulaba ser su novia Jessica, fallecida años antes; analizamos qué implicancias éticas tiene hacer algo así

Tendencias 26/05/2022 Redacción ShowOnLine Redacción ShowOnLine

os sistemas de aprendizaje automático de máquinas (machine learning) se cuelan cada vez más en nuestras vidas cotidianas, desafiando nuestros valores morales y sociales y las normas que los rigen.

Hoy en día, los asistentes virtuales amenazan la intimidad del hogar; los sistemas de recomendación de noticias modelan la manera en que entendemos el mundo; los algoritmos de predicción de riesgo aconsejan a los trabajadores sociales a qué niños proteger de abusos; mientras que las herramientas de contratación basadas en el procesamiento de datos clasifican nuestras posibilidades de conseguir un trabajo. Sin embargo, la ética del aprendizaje automático sigue siendo un ámbito difuso.

Buscando artículos sobre el tema para los jóvenes ingenieros que estudian Ética y Tecnologías de la Información y de la Comunicación en la UCLouvain (Bélgica), me llamó especialmente la atención el caso de Joshua Barbeau, un hombre de 33 años que en 2021 utilizó un sitio web llamado Project December para crear un robot conversacional –un chatbot– que simulara una conversación con su prometida, Jessica, fallecida a causa de una enfermedad rara.

 

Robots conversacionales que imitan a personas muertas

Conocido como deadbot, este tipo de chatbot permitía a Barbeau intercambiar mensajes de texto con una “Jessica” artificial. A pesar de la naturaleza éticamente controvertida del caso, rara vez encontré materiales que fueran más allá del mero aspecto factual y lo analizaran desde una perspectiva explícitamente normativa: ¿por qué sería correcto o incorrecto, éticamente deseable o reprobable, desarrollar un deadbot?

Antes de abordar estas cuestiones, pongamos las cosas en contexto: Project December fue creado por el desarrollador de videojuegos Jason Rohrer con el objetivo de permitir a la gente diseñar chatbots con aquella personalidad con la que quisieran interactuar, siempre que pagasen por ello. El proyecto se construyó a partir de una API de GPT-3, un modelo de lenguaje que permite generar texto de forma automática, de la empresa de investigación de inteligencia artificial OpenAI.

El caso de Barbeau generó una disputa entre Rohrer y OpenAI, dado que las normas de uso de la empresa prohíben explícitamente que GPT-3 se utilice con fines sexuales, amorosos, de autolesión o de acoso.

Tras calificar la posición de OpenAI de hipermoralista y argumentar que las personas como Barbeau son “adultos con capacidad de dar su consentimiento”, Rohrer desconectó la versión de Project December basada en GPT-3.

Aunque todos tenemos ciertas intuiciones sobre si está bien o mal desarrollar un deadbot de aprendizaje automático, explicar sus implicaciones no es una tarea fácil. Por eso es importante abordar las cuestiones éticas que plantea el caso, paso por paso.

 ¿Es suficiente el consentimiento de Barbeau para desarrollar el deadbot de Jessica?

Dado que Jessica era una persona real (aunque muerta), el consentimiento de Barbeau para la creación de un deadbot que la imite parece insuficiente. Incluso cuando mueren, las personas no son meras cosas con las que otros pueden hacer lo que les plazca. Por eso, nuestras sociedades consideran que está mal profanar o ser irrespetuoso con la memoria de los muertos. En otras palabras, tenemos ciertas obligaciones morales relativas a los muertos, en la medida en que la muerte no implica necesariamente que las personas dejen de existir de una forma moralmente relevante.

Asimismo, el debate está abierto sobre si debemos proteger los derechos fundamentales de los muertos (por ejemplo, la privacidad y los datos personales). Desarrollar un deadbot que replique la personalidad de alguien requiere grandes cantidades de información personal, como los datos procedentes de sus redes sociales (véase lo que proponen Microsoft o Eternime), que pueden revelar rasgos muy sensibles.

Si estamos de acuerdo en que no es ético utilizar los datos de las personas sin su consentimiento mientras están vivas, ¿por qué lo sería tras su muerte? En ese sentido, al desarrollar un deadbot parece razonable solicitar el consentimiento de aquella persona cuya personalidad se imita, en este caso Jessica.

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