Dolor por la muerte de Don Arias, el señor que vendía lapiceras en el centro

Este martes, a los 85 años de edad, falleció "Don Arias", el querido vendedor de lapiceras, conocido por todos en la zona céntrica de San Miguel de Tucumán.

Personajes27 de julio de 2023Redacción ShowOnLineRedacción ShowOnLine

"Lo despido con pena y ternura, una mezcla de sensaciones", cuenta Guadalupe, quien ayudó a Don Arias en sus horas más difíciles. 


“Tuve un problema pulmonar hace unos años, pero luego se hizo una junta médica que me dio el visto bueno para que saliera a vender. Me dijeron: ‘Bueno, Don Arias, usted está totalmente sano y si nosotros le privamos que salga a vender no tendría ningún sentido. Si a usted es lo que le apasiona, hágalo tranquilo. Tiene para 20 años más’. Eso me decían los doctores”, dijo Don Arias hace un par de años.


“Me gusta escribir. Llevo un diario donde relato las cosas que me han tocado vivir, las más destacables. Tengo ya completo un libro sobre la historia de los mormones en Tucumán. Yo soy mormón. Y he recopilado la historia de los mormones para explicar qué han hecho desde que han llegado a Tucumán hace más de 50 años. En mi vida estudié 14 cátedras. Entre esas están Filosofía, Psicología, Historia, Geografía, Bioquímica. Todo lo que estaba a mano lo estudiaba y lo entendía. Hasta el día de hoy lo entiendo. De hecho, en mi casa de Ciudadela tengo muchos libros”, relataba.

“Yo quiero que los chicos estudien, que aprendan a escribir, a leer, que cuenten su propia historia. Yo hace años que les vendo y ellos me colaboran comprando. Siempre me han apoyado”.

Siempre peinado a la gomina o al limón, alguna veces más canoso que otras, con sol o frío, el único traje que le quedó de sus tiempos de inspector en la DGI ahora lo usaba para vender lapiceras. “Después de la DGI, viajé a Buenos Aires y rendí un examen como visitador médico en un laboratorio de bioquímica aplicada, estuve ahí un tiempo, después volví a Tucumán y a los 70 años empecé a vender lapiceras. La vestimenta se debe a que cuando iba vestido, por decirlo de alguna manera, vulgar, los guardias de la facultad y los policías me veían y me decían: ‘Tomate el palo de acá. Si te vestís bien, no vas a tener problemas’. Entonces uso traje. Y así, cuando entro a vender en alguna institución pública, es otro el trato. Todos me decían: ‘Pase, profesor. Pase, doctor. Pase, ingeniero’. Cualquier nombre de profesional. Desde ese momento empecé a sentir algo que sobrepasa al amor y que es el respeto y el reconocimiento de los jóvenes”.

"Si la calle está como está es por lo que ha subido el costo de vida. Lo único que puedo decirles a los jóvenes ante este escenario es que, en lugar de seguir los pasos de sus abuelos o de sus padres, sean ellos los que se atrevan a preguntarse: ¿quién soy yo? ¿qué hago? ¿cómo estoy viviendo la vida? ¿mi vida qué es? ¿qué camino estoy siguiendo? El día que encuentren su camino, su personalidad va a ser muy rica. Es lo que yo aprendí: una persona que estudió su propia vida. Y soy lo que soy por lo que hago: ayudar a las personas, enseñar lo que conozco y sobre todo colaborar con los chicos, sean quienes sean, buscando su camino, en la calle o donde estén", decía.
 

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