¿Podría cambiarnos la vida subir por la escalera en vez de usar el ascensor?

Xabier Río de Frutos, docente e Investigador de la Facultad de Educación y Deporte (Equipo HelthPASS), de la Universidad de Deusto, España, hace un análisis sobre el sedentarismo que vale la pena leer.

Bienestar 21/04/2022 Redacción ShowOnLine Redacción ShowOnLine

Nuestra historia como homínidos se remonta a unos 2,5 millones de años. Desde entonces, nuestro genoma se moduló y refinó durante millones de generaciones en un entorno en el que el sedentarismo y la inactividad física eran sinónimo de extinción.

Respecto al sedentarismo, la OMS lo definió en 2002 como poca agitación o movimiento. En relación a la inactividad física, señaló a la persona que no cumple con los mínimos de actividad física moderada o vigorosa establecidos en las directrices de la OMS de 2020.

Nuestros genes se adaptaron para expresarse en favor del movimiento como un mecanismo de supervivencia. Los que no lo hicieron, desaparecieron. Durante más del 99 % de nuestra existencia, hemos sido cazadores y recolectores.

¿Moverse para alimentarse?

Pero el comportamiento sedentario con el que hoy en día convivimos provoca que los genes desarrollados durante millones de años se manifiesten de forma anormal, provocando desequilibrios en la homeostasis corporal. Hoy en día, ya no es necesario movernos para alimentarnos, por lo que podemos concluir que se ha roto el binomio de actividad física y alimentación.

 En las inmediaciones del lago Eyasi, cerca del Parque Nacional Serengueti (Tanzania), habita una de las últimas tribus de cazadores recolectores de la Tierra, denominada los Hadza.

Esta tribu realiza entre 125 y 135 minutos diarios de actividad física de intensidad moderada o vigorosa para sobrevivir. Se ha observado que en dicha tribu no existen evidencias de factores de riesgo cardiovascular muy consolidadas.

Otra tribu, los Tsimane, esta conformada por una población boliviana que utiliza un estilo de vida de subsistencia basado en caza, recolección de alimentos, pesca y agricultura. En esta dinámica, a pesar de tener una alta probabilidad de padecer procesos infecciosos, tienen pocos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.

Estos hallazgos sugieren que las enfermedades cardiovasculares se podrían evitar en la mayoría de los casos. Así sería más sencillo llevar una vida con bajos niveles de colesterol, presión arterial baja y glucosa en sangre normal. Para ello también deberíamos mantener un índice de masa corporal normal, no fumar y realizar mucha actividad física.

Recordemos que el naturalista Charles Darwin, allá por 1859, en su libro El origen de las especies, escribió: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.

Las consecuencias nefastas del comportamiento sedentario

El aumento de estos comportamientos sedentarios se basa principalmente en tres tendencias:

El envejecimiento de la población.
La rápida urbanización.
La globalización.
La esperanza de vida seguirá aumentando pero no demasiado. Por tanto, si no podemos prolongar mucho más la cantidad de vida, deberíamos focalizar la atención en su calidad.

En los últimos años, los estudios han demostrado que los numerosos patrones de sedentarismo actuales provocan un aumento exponencial de las tasas de riesgo de morbimortalidad.

Uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura en las enfermedades no transmisibles (enfermedades cardiovasculares, pulmonares, cáncer, diabetes…) es la inactividad física. A ella se atribuyen 1,6 millones de muertes anuales en países de renta media (en el mundo son 3,2 millones) y es la cuarta causa de muerte en el mundo. Este es el motivo por el que algunos investigadores han llegado a denominar a la actividad física como la auténtica polipíldora.

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